SUETONIO - VIDA DE CALÍGULA

11:30 Posted by MAGISTER JOAMMIRO

XII. ...no titubeó, según pretenden algunos autores, en envenenar a Tiberio. Todavía respiraba éste cuando Cayo le quitó el anillo, y como el moribundo mostraba querer conservarlo hasta el fin, mandó arrojarle encima un colchón, o quizá le estranguló con sus manos. Un liberto, a quien esta crueldad arrancó un grito, fue crucificado al momento.
XXV. Habiendo asistido a las bodas de C. Pisón y de Livia Orestila, estando sentado en el festín de boda enfrente de Pisón, le dijo: “No estreches tanto a mi esposa” y, terminada la comida, se la llevó, y a la mañana siguiente, publicó un edicto declarando que se había casado como Rómulo y como Augusto.
XXVI. Tampoco con los miembros del Senado mostró más respeto ni bondad. Consintió que muchos de ellos, honrados con las primeras dignidades, corriesen a pie y con la toga junto a su carro por espacio de muchas millas y que durante sus comidas permaneciesen en pie detrás de su lecho o a sus pies con una servilleta debajo del brazo. Hizo matar a algunos secretamente y no dejaba de llamarlos a palacio, como si viviesen todavía, hasta pasado algún tiempo, en que decía, con odiosa mentira, que se habían dado voluntariamente la muerte...Trató a todos los órdenes con igual desprecio y crueldad. Molestándole el ruido de la multitud que iba a medianoche a ocupar los puestos gratuitos del Circo, la hizo arrojar a latigazos. Más de veinte caballeros romanos murieron aplastados en el tumulto, con otras tantas madres de familia, sin contar gran número de individuos del pueblo. Los días de espectáculo se complacía en sembrar la discordia entre plebeyos y caballeros, haciendo empezar las distribuciones antes de la hora acostumbrada, de modo que éstos encontrasen sus puestos ocupados por las gentes de más baja estofa. Durante los juegos, cuando el sol era más ardiente, mandaba descorrer de pronto el toldo que preservaba a los espectadores y prohibía que saliese nadie del anfiteatro. En vez de los combates ordinarios, oponía a veces a fieras extenuadas lo más abyecto y viejo que había entre los combatientes, gladiadores de farsa, respetables padres de familia, pero conocidos por alguna deformidad corporal. Más de una vez llegó incluso a cerrar los graneros públicos y a amenazar al pueblo con el hambre.
XXVII. Como costaban muy caros los animales para el mantenimiento de las fieras destinadas a los espectáculos, las alimentaba con la carne de los criminales, echándoselos vivos para que los devorasen; condenó a las minas, a los trabajos de los caminos y a las fieras a gran número de ciudadanos distinguidos, después de haberlos señalado con el estigma. Encerrábalos también en jaulas, en las cuales tenían que mantenerse en postura de cuadrúpedo, o bien los mandaba serrar por la mitad del cuerpo. No siempre disponía esto por causas graves; a unos, porque no habían quedado contentos en un espectáculo; a otros, porque nunca habían jurado por su numen. Obligaba a los padres a que presenciasen el suplicio de sus hijos; y habiéndose uno excusado por enfermo, le mandó una litera; a otro le llevaron, después de tan espantoso espectáculo, a la mesa del emperador, que le excitó con toda clase de medios a reír y regocijarse. Hizo azotar, en su presencia con cadenas y durante muchos días seguidos, al que tenía el cuidado de los juegos y cacerías del Circo y no mandó matarle hasta que no pudo sufrir el olor de su cerebro en putrefacción. El autor de una poesía fue quemado de orden suya en el anfiteatro por un verso equívoco. A un caballero romano, al que habían echado a las fieras y que gritó que era inocente, le hizo sacar, le cortó la lengua y volvió a enviarle al suplicio.
XXXII. Su ferocidad se manifestaba incluso en medio de sus placeres, juegos y festines. Muchas veces daban tormento a alguien en presencia suya, mientras comía, o se entregaba a orgías con sus amigos; un soldado experto en cortar cabezas ejercía delante de él su habilidad con todos los prisioneros que le presentaban. Cuando dedicó el puente de Puzzola, invitó a los que estaban en la orilla a reunirse con él, e inesperadamente mandó arrojarlos a todos abajo. Algunos se agarraron a los barcos y los hizo echar al mar a golpes de garfios y remos. Durante una comida pública, en Roma, un esclavo arrancó de un lecho una hoja de plata; Calígula mandó en el acto al verdugo que le cortase las manos, se las colgase al cuello y lo pasease así por todas las mesas con un cartel que explicase la causa del castigo. En ocasión en que se ejercitaba en la esgrima con un gladiador mirmillón armado como él con una varilla, éste cayó al suelo involuntariamente; Calígula le atravesó de una puñalada y corrió por todas partes con una palma en la mano, como los vencedores del anfiteatro. Durante un sacrificio y en el momento en que iba a ser inmolada la víctima, se ciñó como los sacrificadores, y cogiendo el mazo, dio muerte al sacerdote que presentaba el cuchillo sagrado. En medio de un espléndido festín comenzó de pronto a reír a carcajadas; dos cónsules sentados a su lado, le preguntaron con acento adulador de qué se reía: ”es que pienso”, contestó, “que puedo con una señal haceros estrangular a los dos”...
XXXVI. Nunca cuidó de su pudor ni del ajeno; y se cree que amó con amor infame a M. Lépido, al payaso Mnester y a algunos rehenes. Aparte de sus incestos con sus hermanas, no respetó a ninguna mujer distinguida. Lo más frecuente era que las invitase a comer con sus esposos, las hacía pasar y volver a pasar delante de él, las examinaba con la minuciosa atención de un mercader de esclavas y si alguna bajaba la cabeza por pudor, se la levantaba él con la mano. Llevaba luego a la que le gustaba más a una habitación inmediata y volviendo después a la sala del festín con las recientes señales del deleite, elogiaba o criticaba en voz alta sus bellezas o sus defectos, y hacía público hasta el número de actos.
LVIII. El 9 de las calendas de febrero, cerca de la hora séptima, mientras dudaba si se levantaría para comer, porque tenía el estómago cargado aún de la comida de la víspera, le decidieron a hacerlo sus amigos y salió. Tenía que pasar por una bóveda, donde se ensayaban entonces algunos niños pertenecientes a las primeras familias del Asia y que él había hecho acudir para desempeñar algunos papeles en los teatros de Roma. Detúvose a contemplarlos y exhortarlos a hacerlo bien...mientras hablaba con los niños, Sabino, después de apartar a todos por medio de centuriones que pertenecían a la conjuración, había, según costumbre, preguntado a Calígula la consigna, y que habiéndole dicho éste: “Júpiter”, exclamó Querea: “recibe una prueba de su cólera”, y le descargó un golpe en la mandíbula en el momento en que volvía la cabeza hacia él. Derribado al suelo y replegado sobre sí mismo, gritó que vivía aún, pero los demás conjurados le dieron treinta puñaladas. La consigna de éstos era: ¡repite!, y hasta hubo uno que le hundió el hierro en los órganos genitales. Al primer ruido, acudieron a auxiliarle sus porteros con los bastones, así como también los soldados de la guardia germánica, que dieron muerte a varios de los asesinos, y hasta a dos senadores inocentes del crimen. Suetonio: "Vida de los doce césares"

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.